Cómic de la semana: The White Trees. A Blacksand Tale #1
Como cada semana, después de los lanzamientos del miércoles, elegimos un cómic por su calidad artística narrativa, su importancia o porque nos prendió especialmente, y te lo presentamos como el cómic de la semana.
Sinopsis:
Los legendarios guerreros Krylos, Dahvlan y Scotiar son convocados ante el rey en lo que debería ser un tiempo de paz tras el fin de una gran guerra. Para sorpresa de los tres guerreros, la hija de Dahvlan y Scotiar, y el hijo de Krylos han sido secuestrados. A pesar de la animosidad entre ellos, parten juntos para intentar rescatarlos.
¿Por qué es el cómic de la semana?
En una palabra: el arte. Si bien Chip Zdarsky se ha convertido en uno de los autores de cómic más reconocidos de esta generación ( y no por nada, ¡ha ganado el Eisner 7 veces!) , es el arte de Anka y Wilson lo que hace a este título realmente interesante. La historia de The White Trees es un poco banal y el guión solo tiene algunos momentos interesantes. En cambio el arte absolutamente magnífico.
Kris Anka y Matt Wilson ya habían colaborado (con Zdarsky inclusive) en Runaways, un título que desde su primer volumen con Alphona se ha distinguido por su arte espectacular. Están claramente cómodos el uno con el otro y sus estilos se complementan a la perfección. La línea de Anka es limpia, inclusive delicada por momentos, y logra encuadres brillantes. El color de Wilson es mágico y funciona muy bien en este mundo.
El héroe estoico retirado
Krylos es un guerrero retirado quien, tras perder a su esposa en la guerra, ha decidido vivir en paz lejos de las intrigas de la corte y los conflictos de la guerra. Es difícil enganchar a una audiencia con un punto de partida tan trillado.
Rápidamente descubrimos que Dahvlan tiene serios problemas con Kyrlos, en particular porque se siente traicionado por sus decisiones al final de la guerra y su retiro de los campos de batalla. Scotiar es un poco más relajado y juega el papel de conciliador entre los dos guerreros. De nuevo, es fácil pensar que ya vimos esta historia, muchas muchas veces.
Puesto que el rey está atado de manos, los tres parten prontamente en busca de sus hijos. En algún momento el estoicismo de Kyrlos se hace más evidente, la impulsividad de Dahvlan aparece y la buena onda de Scotiar nos hace reir. De nuevo la dinámica muy trillada.
Aun así, hay un par de momentos donde los personajes tienen un poco de brillo, al menos Kyrlos.. Primero cuando el camino está bloqueado por un espectacular dragón. Mientras Dahylan y Scotiar intentan vencerlo a golpes, Kyrlos básicamente lo mira feo y después de dominarlo con la mirada, lo libera para que se vaya volando. Más tarde, los tres guerreros son sorprendidos por una especie de ninfas del bosque que los tientan con los placeres de la carne. Dahylan cae por completo, Scotiar logra liberarse después de darse unos besos con un demonio rojo, y hace entrar a Dahylan en razón. Pero Kyrlos nunca cae. Según la ninfa que intenta seducirlo, en su corazón no hay nada salvo determinación. Super badass.
Es claro que Zdarsky busca construir personajes complejos y sus relaciones, pero al menos en este número no logra aterrizarlos en mucho más que tres estereotipos en un equipo estereotipado.
Un mundo de fantasia
Narrativamente, la historia busca equilibrar una historia personal, inclusive íntima, con la grandiosidad que esperamos de cualquier mundo fantástico. Usa los recursos tradicionales. Menciona conflictos pasados, habla de razas y reinos lejanos y muestra fragmentos de un mundo más grande. De nuevo, nada nuevo.
Visualmente la aproximación es diferente. Kris Anka no echa mano del arte saturado, casi barroco al que los artistas de fantasía nos han acostumbrado. Los paisajes son amplios y austeros, no hay una vegetación densa o pesada. Aun la secuencia del bosque tiene más escenas con fondos limpios que con arboles.
El contraste se aprecia más en la arquitectura, aunque la mayoría de la historia se desenvuelve en espacios abiertos. El inicio sucede en el palacio real que es sorprendentemente austero; la toma exterior del palacio es sin duda bonita y anuncia el esplendor que se espera del género, pero una vez dentro las decoraciones son minimalistas, con líneas rectas y grandes superficies vacías.
De ahí en adelante los fondos toman un rol que rara vez toman en las historias de fantasía: son solamente un soporte. No son protagónicos como normalmente lo son. Podría pensarse que es un paso en falso, una oportunidad perdida, pero resulta en realidad un gran acierto.
Personajes intensos
Narrativamente, los personajes apenas logran moverse un poco del estereotipo que les dio forma. Los diseños son agradables, pero comunes y poco memorables. Sin embargo el uso de los personajes, es decir sus expresiones, poses y encuadres, sí que lo son.
La tristeza de Kyrlos queda en evidencia casi en cada toma. Como se pierden Dahvlan y Scotiar en el ardor de la batalla o en la sensualidad de las ninfas, la intensidad de Milola (ex esposa de Dahvlan) esperando a los secuestradores de su hija, la desolación del hijo de Kyrlos ante la furia de su padre…
Todos estos momentos intensos para los personajes se aprecian como tales porque no hay nada en el fondo que les robe la escena. No hay decoraciones peleando por nuestra mirada, no hay ruido alguno ni distracciones. Toda la atención de los artistas estuvo en los personajes y toda la atención de la audiencia se encuentra en ellos irremediablemente.
Lo que el guión no logra hacer, el arte lo resuelve de una manera elegante y sin dificultades. La historia se convierte no en una aventura fantástica, sino en una narración anclada en personajes con dimensiones, por el increíble trabajo de los artistas.
La limpieza de la línea contribuye en gran medida a esto, y se apoya en gran parte por lo que no está en el papel. Es frecuente ver en los cómics norteamericanos los rezagos históricos de la prensa en blanco y negro o aun con poca calidad de color: las tintas pesadas. Las sombras negras intensas y grandes típicas de los años sesenta son marca al parecer indeleble del cómic norteamericano. Salvo algunos experimentos en la era digital, parece que es imposible deshacerse de ellas.
En The White Trees esas pesadas sombras no existen. El arte sí está entintado (a diferencia de lo que pasaba en esos experimentos digitales que mencionamos), pero con delicadeza y dejando al color toda la tarea de simular el volumen. El resultado es un arte ligero, casi etéreo. Funciona muy bien para crear un ambiente que si bien no es super dramático, si es intenso.
Funciona bien sobre todo en combinación con el otro ingrediente ganador de este número.
Una explosión suave de color
Si alguien dijera que Anka y Wilson trabajan en escritorios pegados uno al otro y el primero dibuja a partir de los colores del segundo y viceversa en un ciclón creativo sin visible inicio ni fin, nadie lo dudaría.
Aunque tiene destellos de intensidad, la paleta de color de Wilson es suave en su mayoría. El ejemplo evidente es el paisaje rural al que llegan los tres guerreros buscando el lugar donde vivían los niños antes del secuestro.Pero la verdad es que en todas las páginas domina un color placido. Aun la escena de la batalla contra el dragón utiliza la intensidad cromática de forma limitada. Los colores más vivos lo son sobre todo por contraste y no registraron como tales en casi ningún otro cómic.
Eso le da un montón de personalidad a The White Trees y complementa la línea suave de Anka de forma espectacular. El arte no es agresivo, ni siquiera es dramático, pero consigue ser intenso de la mejor manera posible.
Es importante decir también, que aun fuera del contexto de la narrativa (que en realidad no pesa mucho) ni del dibujo, los colores son sensacionales y podrían sostenerse por sí mismos. Los ambientes que se generan gracias al color se disfrutan mucho y abren la puerta a un universo emotivo de gran rango.
Al final, si la historia no hubiese partido de un punto tan banal o el guión hubiera podido alcanzar la intensidad del arte, este sería quizá uno de los mejores cómics del año. No es el caso y lo que queda es una historia que probablemente pase al olvido (habrá que ver el número dos) con un arte tan bien cuidado, con una mancuerna de dibujo y color tan en sincronía, que nos queda el cómic más disfrutable de la semana.